
Pintado hace casi doscientos años es una muestra de cuánto se adelantó Goya a su tiempo y en mi opinión es su mejor obra y el máximo exponente de modernidad de su pintura.
Las diversas interrogantes que existen sobre las Pinturas Negras, su génesis, su autoría, puesta en cuestión por algunos autores, y su posterior pase al lienzo necesitan de profundos y rigurosos estudios.
Y aunque existen algunos como el de Agustín Benito Oterino, La luz en la Quinta del Sordo : estudio de las formas y cotidianeidad, hay cuestiones que siguen en el aire conformando uno de los enigmas más apasionantes de la Historia del Arte.
Goya no fue un pintor perfeccionista, ni le interesaba, pintaba como se realiza el arte de verdad, con las tripas pasadas por la cabeza, creando y transmitiendo y esta forma de pintar se manifiesta claramente en estas pinturas. Tiene antecedentes de este estilo en obras anteriores por lo que para mí la autoría de Goya es clara, pero es necesario que especialistas autorizados nos den una opinión concluyente.
Imaginemos que Goya hubiese hecho una segunda pintura hundiendo al perro y haciendolo desaparecer, pues este es el resultado. Si con el animal es una pieza absolutamente conmovedora y desoladora, sin él, es para mí, la primera pintura abstracta de la era moderna.
Está pintado con dos planos de color diferenciados y tan solo la cabeza del perro tiene tratamiento volumétrico, la textura orgánica y el colorido del plano superior producen inquietud y desasosiego y nos hacen preguntarnos, como con otros genios, si ese enigma para el hombre que supone el tiempo no tiene fallos por el que se cuelan a veces algunos elegidos por los dioses para avanzarnos el futuro, Goya, Mozart, Michelangelo Buonarroti...